"Carpe diem: vivid el momento. Coged las rosas mientras aún tengan color pues pronto se marchitarán. La medicina, la ingeniería y la arquitectura son trabajos que sirven para dignificar la vida pero es la poesía, los sentimientos, los que nos mantiene vivos"

"Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia, quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida, y dejar a un lado todo lo que no fuese vida, para no descubrir en el momento de mi muerte, que no había vivido."

jueves, 1 de diciembre de 2011

La sociedad animal.

Nuestro profesor de Lengua Castellana decidió que hiciésemos una redacción sobre un cuento popular relatado desde la perspectiva de un personaje diferente del que narra la historia originalmente. Después de realizar muchas indagaciones, conseguí redactar el cuento de los siete cabritillos visto desde la perspectiva del lobo. Sin más, aquí os lo dejo, espero que os guste y que os haga reflexionar. A mí me hizo reflexionar un buen rato. Disfrutad.
Al Aprendiz Pitagórico, con el único deseo de que lo encuentre de su agrado.
Estaba escondido en el lugar menos apropiado pero desde el cual podía ver y oír cualquier testimonio de aquel horrible y desdichado cabrito. Primero, la madre cabra, con ojos llorosos, cuerpo deshecho y voz quebrada, dijo que necesitaba un poco de tiempo para recomponerse del terrible suceso que había acontecido. Para ellos era terrible, para mí fue de lo más apetitoso y suculento. Se me había escapado uno, un desgraciado y maldito cabrito. Después de revisar a fondo toda la estancia y de haberme zampado a todos sus hermanos, a los que encontré en seguida, debido a que se quedaron paralizados al verme abrir la puerta, llegué a la conclusión de que la mujer cabra sólo había tenido seis cabritos. Iluso de mí. Yo, satisfecho y sin saberlo perdido, me dispuse a salir de la pequeña alcoba en donde vivía la familia de cabras cuando, de pronto, me topé con que a lo lejos se oía la sirena o más bien el grito de la cabra-coche policía. Quién los podría haber alertado? Muy rápidamente, me escondí detrás de la alcoba que, casualmente, poseía una ventana en la que me quedé porque me picaba la curiosidad y desde la cual podía ver y oír cualquier testimonio de cualquier posible testigo, testigo que yo creía muerto.
Se me escapó, el muy cabrón. Y eso que fui con la mayor delicadeza para no dejar ni la más mínima prueba o pista de que yo había estado allí. Fue listo como un zorro, se escondió dentro de un jarrón gigantesco de porcelana que su madre había conseguido en el mercadillo del huerto, o más bien había “cogido prestado”, según declaró el cabrito, cuyo nombre era Goat. No me lo podía creer aún. Estaba perdido, pasaría el resto de mi vida en la cárcel para animales que no saben controlar su ira y su furia y sus ansias de comer a otros animales. Los tiempos habían cambiado, y mucho. Cuando yo era pequeñito, recuerdo perfectamente que salía con mi padre a cazar todo lo que se nos ponía por delante sin ninguna restricción y con la conciencia totalmente limpia y tranquila. Que veíamos a un conejo, nos lanzábamos sobre él y le devorábamos las entrañas. Pero los conejos solo eran el principio, el entrante, luego vendría el plato fuerte, un zorro de  una envergadura envidiable al que nos costó mucho reducir, pero en el que el esfuerzo era proporcional a la recompensa. 
De hecho, en aquellos tiempos, aún no estaba del todo mal visto entre la sociedad animal y entre los lobos en general comerse a los humanos. Mi tío Wolf fue el que se inventó la magnífica e ingeniosa treta para convencer a Caperucita Roja que fuese por el camino más largo y aprovechando, llegar él antes y comerse a la abuela y a Caperucita. Pero, claro está, su glotonería y sed le costó cara. Lo condenaron al fusilamiento, y sabéis cuales fueron sus últimas palabras? Los tiempos cambian, si, pero él incluso antes de morir, declaró los derechos fundamentales de los animales, que es cazar para poder sobrevivir. Pues si, sus últimas palabras fueron, “Se lo merecía esa Caperucita”. Eso si que es valentía, y no lo que los lobos de ahora, tan blandos y afeminados, nos obligan a ver.
No, ellos dicen que todo animal tiene derecho a la vida y que los lobos y demás animales agresivos y brutos debemos controlar nuestro instinto y hacernos vegetarianos. Vegetarianos! Una total superfluosidad, pero que se expandió como la pólvora, y ahora el menú en cualquier familia de lobos normal, en vez de ser un buen conejo y un extraordinario zorro, a los que hay que currarse pero que luego están deliciosos, son una ensalada con nueces y un poco de hierba escalfada. Eso son tonterías! ¿Desde cuando nosotros los lobos tenemos una existencia pacífica? Es que es como si lo comparásemos con el ser humano, que le obligásemos a comer hierbas y a no hacer otra cosa que dormir y pensar en tiempos pasados. El ser humano.
Si te fijas, te darás cuenta de que ahora la organización social animal, según el tratado de la Constitución para animales de los territorios del bosque, es mucho más firme y parecida a la humana que antaño. ¡Que somos, animales que pelean a garra limpia por lo que verdadera y realmente quieren, o somos simples seres vivos que lo único que tienen para sobrevivir y defenderse son esas orejitas carnosas, ese pelito que les cubre la calva y, en lugar de nuestras espantosas y desgarradoras garras, unas uñitas que lo único que romperían serían unas bolsas de plástico que contienen patatas fritas!
Y luego está el hecho, el increíblemente injusto y horrible hecho, de que los humanos nos comen a nosotros, tratándonos como seres inferiores cuando son ellos los descendientes propios de animales que carecían de inteligencia, que eran iguales, los mismos a los que ahora ellos tratan como juguetes de diversión y como manufacturas. Es decir, que nosotros no podemos comer ni a los humanos ni a otros animales, y los humanos pueden comernos a nosotros! Se atreven incluso a encerrarnos en granjas, a cebarnos y a engordarnos hasta que tengamos la suficiente grasa y carne para luego llevarnos al matadero y asesinarnos, si, de la manera más horripilante y horrible posible. Y para ellos somos una exquisitez! Estaba mucho mejor la sociedad animal en tiempos de mi niñez, en dónde hacíamos caso a nuestro instinto y los humanos hacían caso al suyo. 
Y es que la naturaleza nos creó así para poder hacer caso a nuestros instintos y no para ser sometidos a otra sociedad que no tiene ningún derecho sobre nosotros! Antes, nosotros los lobos, pero también los hipopótamos, los leones y otros animales peleaban por su terreno, para dar buena impresión a la hembra que intentaban conquistar, para que así la hembra eligiese por la ley del más fuerte. Ahora no. Ahora los lobos les llevan flores a las lobas y les lanzan piropos corteses. No, la sociedad ha cambiado, y mucho.
Pero volviendo a la historia, yo seguía allí, escondido, observando cómo la madre cabra, un poco más compuesta, estaba dispuesta a contarle a la policía lo que había acontecido. Mientras, la policía, una cabra ya bien entrada en años, regordita y con el pelo muy corto, se ajustaba la chaqueta y se tomaba un té con galletas. El cabrito hijo había estado con la boca cerrada desde que la policía había flanqueado la puerta de la alcoba. Estaba sentado en un sillón, ausente, como si no estuviera en ese sitio, según mi opinión pensando en la muerte y en que no volvería a ver a sus hermanos, como la mayoría de los animalitos indefensos reaccionarían ante esa situación.
Filosofía, otro aporte de la sociedad humana. Pero no se suponía que éramos animales irracionales, que no podíamos pensar por nosotros mismos y mucho menos filosofar sobre la vida y la muerte, que no existía para nosotros ni el pasado, ni el presente, ni el futuro, que simplemente hacíamos lo que nos decía el instinto, los genes que habíamos heredado desde el primer lobo de la edad prehistórica! Pues no, parece que los humanos han ganado la partida. Han tenido tanta influencia sobre nosotros que cualquiera al que preguntases hoy si había hecho alguna carrera, te diría sin duda que si. Y es cierto que yo estudié una carrera, la carrera de la brutalidad animal, que nadie me arrebataría hasta que me muriese! Y sí, hasta yo, el más bruto de los animales, el más analfabeto y el que más lucha y se guía por el instinto, soy capaz de pensar todo el texto que estoy narrando.
De repente, me fijo que el cabrito gira la cabeza y, por casualidad o no, se detiene con ojos curiosos en la ventana por la que yo estoy mirando y espiando el interior de la alcoba. Me miraba fijamente, y su mirada no contenía nada de rabia, ni sufrimiento, ni siquiera miedo al asesino de sus hermanos, su familia. Su mirada contenía un profundo sentimiento de comprensión y de pena. Cómo llegué a esta conclusión, nunca lo supe ni lo sabré. Pero en los minutos (porque fueron minutos) en los que nos estuvimos observando mutua y fijamente, todos los sentimientos, todos los que un lobo carcamal y un cabrito pueden transmitir, fueron transmitidos. Y entonces, no hubo cabritos, ni hubo lobos, ni hubo humanos, lo que hubo simplemente fue dos animales que se miraban y comprendían mutuamente, y que entendían que, aunque el avance progresivo e imparable del ser humano nunca sería frenado, que aunque la sociedad animal nunca volvería a ser la misma, siempre quedaría alguien, en este caso el cabrito, que siguiera creyendo y divulgando que la sociedad animal tiene que ser animal, que los humanos son los humanos, y nosotros somos nosotros.
Y pasó lo que, tarde o temprano, tenía que pasar. La puerta de la alcoba se abrió bruscamente y me topé con la policía cabra mirándome fijamente con un fusil en la mano. Y lo último que pensé, el último pensamiento que sondó mi cabeza antes de expirar mi último aliento, fue la cara del niño cabrito. Y yo, el penúltimo animal, como bruto y animal que soy, dije, gritando a los cuatro vientos: “Se lo merecían esos cabritos!”.

1 comentario:

  1. Querido Tom:
    Este relato que aquí nos presenta causa en mí, en ese habitáculo hueco que llamamos corazón, una mezcla de sentimientos indescriptible: compasión, tristeza, etc.; y me da que pensar: ¿cómo podemos conquistar nosotros a los animales?, ¿qué nos han hecho para merecer esto?, y sobre todo ¿cómo se han contagiado de nuestras costumbres teniendo ellos unas tan buenas como son la libertad y el dejarse llevar por el instinto? No sé que decir...
    La verdad es, también, que el texto es de una calidad suprema, sin una palabra más ni una menos de las que necesita... El final me recuerda a un cuadro pintado por un amigo mío, Paco Goya, Los fusilamientos del dos de mayo, en el cual, la persona que probablemente más merecía vivir aparece en el medio del cuadro, iluminada por una luz divina, sabiendo que va a morir, como ya lo hicieron anteriormente amigos y familia suya, una persona que seguramente peleó por la libertad, por lo que es digno y justo, me la imagino gritando: "¡Viva la libertad!". Y, como él, miles de personas iguales; y también ese lobo. Veo al pobre animal arrodillado, trastocado por sus pensamientos y emociones, gritando: "¡Viva la libertad!" mientras recibe el plomo en su cuerpo, inevitablemente.
    Nada más que añadir.
    Se despide desde el anonimato,
    El Aprendiz Pitagórico.

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